domingo, 13 de abril de 2008

DISCUSIÓN CON LA RAZÓN

El frío es lo único que siento. Un frío atroz y desgarrador bajo mis pies, intensificado por el fuego abrasador que recorre cada célula de lo que está obligado por naturaleza a ser mi cuerpo. Pero ni la dureza del mármol, ni el rimbombante repiqueteo de las gotas de agua que escapan del grifo son nada comparados con el inmenso pesar de mi alma. La última vez recuerdo que prometí no volver a hacerlo.

¡Sé que lo hice! ¡JURO QUE LO HICE!

Y con lágrimas en los ojos veo que he vuelto a faltar a mi promesa.

-¿Qué haces otra vez ahí? –la voz es extrañamente parecida a la mía. -Creía que todo esto ya había pasado, que por fin dejabas de hacer esas estupideces. ¿Por qué lo haces? No eres más que una niña. ¿Por qué? –y lo que era una triste lágrima solitaria ahora se convierte en todo un torrente. -Por favor no llores más. Ni se te ocurra derramar una lágrima más. Deja de lamentar y levántate del maldito suelo. Ven, acércate, tócame, ¡Escúchame!

-No, no quiero oírte –y no es otra cosa que miedo lo que aprecio en mis propias palabras.

-Lo sé pequeña, hace tiempo que dejaste de hacerlo. Tú misma debes saberlo. Lo siento, pero lo creas o no, no voy a rendirme contigo. Soy parte de ti, esa parte de la que sueles presumir y a la que nunca sueles tener en cuenta.

-¡Cállate! Por favor… cállate –grito en el silencio desgarrador del temor.

-¿No comprendes que haciendo eso sólo te dañas a ti misma? Mírate al espejo, mira tu rostro, tu cuerpo. ¿Qué es lo que hay en ellos que tanto odias como para hacerte esto? No llores, pues cuando lo haces yo lloro también. ¿Cómo demonios has podido llegar hasta tal punto en el que ni siquiera nadie te oye cuando lo haces? ¿Cuántos necesitas? ¿3? ¡¿Cómo?! ¡¿LOS CUATRO?! No puede ser…

-Soy un monstruo…

-No pequeña, solo eres una niña asustada que creíste poder controlar algo demasiado fuerte. Tu carácter siempre te juega este tipo de malas pasadas, lo malo es que ésta sí que tendrá repercusiones negativas para ti. Creía que te olvidarías de esto, como siempre haces una vez consigues lo que quieres. ¿Recuerdas las clases de piano? ¿Las lecciones de dibujo? Yo creía que esta vez sería igual. ¡Dios mío! ¿Cómo pude equivocarme tanto? ¿Cómo puede ser que solo pienses en ello cada vez que comes o simplemente piensas en hacer algo? Sabías los riegos, y más de una vez te dijiste a ti misma que tú eras diferentes a las demás muchachas que padecen lo mismo que tú.

-Yo soy diferente… o al menos lo era.

-No. Nunca lo has sido y es ahora con los ojos llorosos y las manos y la cara sucia cuando te das cuenta de que lo que digo es verdad y maldita sea, para ya de llorar. Tú no eres así, no quieres ser así. Sal de aquí y vuelve a tu escritorio, a tu ordenador, a aparentar que todo sigue igual, que eres la misma niña de carácter fuerte y “segura de ti misma” que todos creen o dicen creer que eres. Pero antes hazme un favor: Páralo o al menos inténtalo.

-No puedo. Ya no.

Cierro los ojos y ensordezco mi alma. Mucho me temo que esta vez ella tampoco lo podrá evitar. Mis dedos se humedecen y mi estómago se vacía. Siento que no estoy aquí, que todo lo que vivo no es más que una ilusión, que por fin ya todo terminó.

1 comentario:

Leandro Pavón dijo...

Esto me recuerda al duende verde y su espejo... Pero obviamente, esta autoconversación ta mejor :P