lunes, 14 de abril de 2008

LA COMPASIÓN DE LA MUERTE

La he escuchado. Tu llamada. Un grito irrefrenable, ansioso y desesperado me ha mostrado la naturaleza de tu verdadero dolor y así, tal cual es mi deber reconocido y aceptado, he acudido a ti dispuesta a escuchar tu súplica.

Y al llegar hasta a ti, lo único que encuentro es un niño asustado, aterrado y desorientado. Sólo quiero saber una cosa, ¿qué es lo que crees que obtendrás con todo esto?

Abandona ahora mismo esa actitud arrogante frente a mí. Es absolutamente innecesario, pues mi vista va mucho más allá de tus rasgos, llegando incluso a ahondar en la auténtica profundidad de tu alma. Y aún así, mientras intento en vano comprenderte, sigues aullándome y clamándome en el desgarrador silencio de la situación.

¿Realmente es esto lo que quieres?

Me resisto a creerlo.

Quizás pienses que no necesitas de toda esta charla, que lo único que hago hablándote así es prolongar aún más tu agonía. No es así, y aunque ni siquiera pretendo que aprecies una ínfima parte de la misericordia que te estoy regalando, necesito comentártelo. Jamás he concedido tal oportunidad a ningún otro, deja que al menos que me desahogue antes de que todo esto acabe. Humano o no, la verdadera realidad de la existencia escapa precipitadamente de tu humilde comprensión. Pero aún así, créeme cuando te digo que necesito que me expliques toda esta situación, que me des un solo motivo para que no parta en este preciso instante dejándote aquí, sumido en el olvido y desterrado de mis planes, durante bastante tiempo.

“No puedes negarte a concedérmelo” esos son tus pensamientos, ¿de verdad crees eso? La ingenuidad es una de las cualidades que más me fascinan.

La perspectiva que se presenta ante ti brilla, clamando por una experiencia no vivida mientras tu negatividad te consume hasta límites que la desesperación apenas reconoce. Motivos egoístas o plenamente justificados, no soy precisamente yo a quien deberías rendirle cuentas sobre eso. Piénsalo por favor, pues mi poder no va más allá del simple viaje.

En mi búsqueda altruista y contradictoria de conseguir hacerte recapacitar, me doy cuenta que ya es demasiado tarde. Has tomado tu decisión… Solo te pido un último deseo, pues al menos eso me debes: dime, grítame, tan alto y tan claro que sea capaz de entenderlo de una maldita vez, ¿qué es lo que puedes querer de mí?

Sé que piensas que yo puedo ofrecerte algo mejor, que el compartir mi oscura existencia, te permitirá librarte de todo cuanto te causa dolor, todo lo que te hace apreciar tu momento y lugar en este mísero mundo. ¿Quieres que te sea sincera? No sé qué es lo que te espera después, pues en cuanto camines conmigo, estaremos condenados a guiarnos por caminos distintos. Tu marcha será irrevocable, te irás, descansarás, y yo permaneceré aquí, envidiándote, mientras sigo sucumbiendo a los designios de los demás.

¿Aún así sigues queriendo acompañarme?

Quizás te hayan mostrado que soy la eterna e inevitable salvación, redención o maldición. A mi eso me da igual, pues desde que existo he sido nombrada con tantos nombres que ni siquiera un milenio alcanzaría a bastar para enumerártelos. Soy quién soy, quién tú quieres que te agarre y te “salve”.

Siempre he odiado esto.

Vuelvo a mirarte, ¿y qué es lo que encuentro?

¿Dudas?

Demasiado tarde para ello.

¿Miedo?

Ya ni siquiera debes tenerlo.

¿Impaciencia?

Por favor, para de pensar eso, deja de crearme desconcierto.

Ya todo está dicho, y si eso es lo que realmente deseas no seré yo la que te haga esperar. Ya solo me queda una cosa por decirte: valor, mirada al frente y barbilla alzada. A partir de aquí ya no habrá vuelta atrás, y aunque tu acto puede considerarse de cualquier manera menos noble, ya nadie tendrá la oportunidad de juzgarte. Vuelve a comenzar, por ti, por mí… Esto no es más que el comienzo del final.

¿Lo comprendes todo? Bien… luego no digas que no te lo advertí.

-Cierra los ojos y ven junto a mí.

domingo, 13 de abril de 2008

DISCUSIÓN CON LA RAZÓN

El frío es lo único que siento. Un frío atroz y desgarrador bajo mis pies, intensificado por el fuego abrasador que recorre cada célula de lo que está obligado por naturaleza a ser mi cuerpo. Pero ni la dureza del mármol, ni el rimbombante repiqueteo de las gotas de agua que escapan del grifo son nada comparados con el inmenso pesar de mi alma. La última vez recuerdo que prometí no volver a hacerlo.

¡Sé que lo hice! ¡JURO QUE LO HICE!

Y con lágrimas en los ojos veo que he vuelto a faltar a mi promesa.

-¿Qué haces otra vez ahí? –la voz es extrañamente parecida a la mía. -Creía que todo esto ya había pasado, que por fin dejabas de hacer esas estupideces. ¿Por qué lo haces? No eres más que una niña. ¿Por qué? –y lo que era una triste lágrima solitaria ahora se convierte en todo un torrente. -Por favor no llores más. Ni se te ocurra derramar una lágrima más. Deja de lamentar y levántate del maldito suelo. Ven, acércate, tócame, ¡Escúchame!

-No, no quiero oírte –y no es otra cosa que miedo lo que aprecio en mis propias palabras.

-Lo sé pequeña, hace tiempo que dejaste de hacerlo. Tú misma debes saberlo. Lo siento, pero lo creas o no, no voy a rendirme contigo. Soy parte de ti, esa parte de la que sueles presumir y a la que nunca sueles tener en cuenta.

-¡Cállate! Por favor… cállate –grito en el silencio desgarrador del temor.

-¿No comprendes que haciendo eso sólo te dañas a ti misma? Mírate al espejo, mira tu rostro, tu cuerpo. ¿Qué es lo que hay en ellos que tanto odias como para hacerte esto? No llores, pues cuando lo haces yo lloro también. ¿Cómo demonios has podido llegar hasta tal punto en el que ni siquiera nadie te oye cuando lo haces? ¿Cuántos necesitas? ¿3? ¡¿Cómo?! ¡¿LOS CUATRO?! No puede ser…

-Soy un monstruo…

-No pequeña, solo eres una niña asustada que creíste poder controlar algo demasiado fuerte. Tu carácter siempre te juega este tipo de malas pasadas, lo malo es que ésta sí que tendrá repercusiones negativas para ti. Creía que te olvidarías de esto, como siempre haces una vez consigues lo que quieres. ¿Recuerdas las clases de piano? ¿Las lecciones de dibujo? Yo creía que esta vez sería igual. ¡Dios mío! ¿Cómo pude equivocarme tanto? ¿Cómo puede ser que solo pienses en ello cada vez que comes o simplemente piensas en hacer algo? Sabías los riegos, y más de una vez te dijiste a ti misma que tú eras diferentes a las demás muchachas que padecen lo mismo que tú.

-Yo soy diferente… o al menos lo era.

-No. Nunca lo has sido y es ahora con los ojos llorosos y las manos y la cara sucia cuando te das cuenta de que lo que digo es verdad y maldita sea, para ya de llorar. Tú no eres así, no quieres ser así. Sal de aquí y vuelve a tu escritorio, a tu ordenador, a aparentar que todo sigue igual, que eres la misma niña de carácter fuerte y “segura de ti misma” que todos creen o dicen creer que eres. Pero antes hazme un favor: Páralo o al menos inténtalo.

-No puedo. Ya no.

Cierro los ojos y ensordezco mi alma. Mucho me temo que esta vez ella tampoco lo podrá evitar. Mis dedos se humedecen y mi estómago se vacía. Siento que no estoy aquí, que todo lo que vivo no es más que una ilusión, que por fin ya todo terminó.

lunes, 24 de marzo de 2008

CUAL AVE FÉNIX...

... RENACE DE SUS CENIZAS


Sí! Aquí estoy de nuevo por insistencia de algunos (vale no es verdad T_T) y pasotismo de la mayoría... (y tan mayoría). Bueno, la cosa es que estoy hasta arriba de cosas... que ahora vendrá el anónimo listillo y dirá: "Cosas? Como si tú tuvieras vida social!" Pues sí!! La tengo o eso me gusta creer y me he metido en un fansub de traductora y maquetadora (y ya que casi me puedo considerar parte del staff haré publicidad. Así que entrad en ALURA'S WORLD!!! que pondré el link ahí, a la izquierda!!!)


A lo que iba!! que sí que estoy haciendo cosas!! y que sí que dejaré ahora un relatillo de hace unos meses. Sigo escribiendo pero no puedo publicarlos porque los voy a mandar a concursos! Así que tiraré de cosas antiguas.


Espero reviews y que os guste!


BECHITOS!!!



LA BRUJA Y EL DIOS
Oigo el aullar del lobo más allá de las colinas y sonrío mientras mantengo mis ojos cerrados para evitar que éstos quiten protagonismo al resto de mis sentidos. Unas manos ágiles se deslizan por mi cuerpo, despojándome de mis ropas, preparándome para el ritual. Llevo años preparándome para esto y no sé si los nervios me dejarán disfrutar.

La pintura es fresca y mi piel se revela a su contacto. Signos paganos cubren ahora mi cuerpo contrastando su palidez con mi piel de ébano. Siempre supe que nací de una noche como esta y que toda mi vida viviría para ella.

Los tambores ceremoniales se alzan ya sobre el silencio, mis hermanas están cumpliendo con su función. Es la hora de que yo cumpla con la mía.

-Ya estamos todas listas.
-Ya voy madre.

Todas salen de la improvisada tienda, mientras me dejan unos minutos a mí, a la elegida, para que ponga en orden todos mis pensamientos y quede libre de mis pecados. Según la costumbre, ahora debería estar muerta de miedo por lo que está a punto de pasar pero lo curioso es que no lo temo, es más, estoy deseosa, llevo años estándolo. No puedo esperar.

Me dirijo hacia la puerta y aparto de un manotazo ambas telas. Soy la protagonista y nadie me va a robar mi entrada triunfal. Veo como las demás bailan frenéticamente alrededor del fuego. Me deslizo lentamente hasta ellas, deleitándome con cada paso que doy y que más me acerca a él. En cuanto me ven se detienen y respetuosas se inclinan ante mí. Todo está a punto de comenzar.

-No debes tener miedo –susurra una anciana voz a mi lado.
-No lo tengo.
-¿Tienes claro a qué Dios te vas a encomendar?
-Ya lo creo que sí.

Se acabó la charla. No quiero más contacto con este mundo. Me dirijo hacia el centro del círculo y miro al fuego. Las grandes piedras sagradas de nuestros ancestros nos rodean y saco de ellas las fuerzas para continuar. Todo el mundo aguanta en silencio la respiración, temerosos de que no funcione mi atrevimiento.
Al igual que mi madre y la suya antes que ella, al igual que todas las hermanas que me rodean, la mayoría piensa que yo también debería encomendarme a Hécate diosa de la feminidad pero sé que ella no es para mí. Tengo reservado un futuro mucho más grande.

Ya no solo se escucha aullar a un lobo solitario, toda la manada intenta animarme a continuar y me dan la bienvenida. Miro al cielo, aún con los ojos cerrados y noto las ligeras gotas de lluvia recorrer todo mi cuerpo desnudo. Me están limpiando el alma y arrastrando la pintura convirtiendo mi piel en un borroso collage. Respiro hondo, se acabó la espera.

Sé que mi boca expulsa palabras pero no tengo ni idea de lo que estoy diciendo. Las miro, el aquelarre entero está pendiente de mi decisión. Algunas me miran con miedo, en otras puedo adivinar fascinación. Y entonces le veo, entre las llamas del fuego. Mi amado Dios me llama y yo acudo sin demora, adentrándome entre las llamas, dejando que sus múltiples lenguas recorran cada centímetro de mi frágil piel.

Lejanos, muy lejanos, escucho gritos de terror, pero ellos ya no importan. Lo único que sé es que él me tiene entre sus brazos, besando mi cuello, explorando con dedos ágiles mi cuerpo. Gozo y jadeo. Soy suya y él me está tomando sin ningún tipo de reticencia. Noto como cada célula de mi ser responde gustosa a sus sinuosas caricias, como mi lengua busca desesperadamente la suya, como mis manos ansían su cuerpo.

No hay más fuego, sino un simple altar bajo nuestros lujuriosos cuerpos. Ambos estamos allí, a los ojos de todas las demás. Noto sus miradas desconcertadas y envidiosas. Él me ha aceptado bajo su manto, ninguna mujer antes había tenido tal privilegio. Según dicen, nosotras no estamos preparadas para la guerra aunque eso no parece importarle lo más mínimo ahora. De ahora en adelante seré su emisaria, seré su ángel de la muerte.

Mis uñas se hunden en su espalda tan fuertes que seguramente dejarán marca. Nuestras lenguas siguen clamando la primacía en aquel apasionado juego de besos que ambos nos regalamos. No sé cuánto tiempo llevamos así, para mí el tiempo ha perdido todo su significado. El ritmo de la noche aumenta y mi espalda se arquea contra el frío mármol que nos sostiene. Vuelvo a gritar inmensamente feliz porque al fin soy suya. Ahora y siempre. Cuando él me quiera allí estaré.

Un grito.

Una sonrisa placentera.

Un lazo de unión.

Dos cuerpos en perfecta comunión.

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Imagen de: http://grandpa-.deviantart.com/art/Witch-10247216